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Aunque generalmente silenciosos, tanto el cáncer de páncreas como el de hígado pueden ser mortales. Dado que ambos no suelen presentar síntomas durante las primeras etapas, la mayoría de los casos se diagnostican una vez que es demasiado tarde y la enfermedad ya se ha extendido a otras partes del cuerpo.
Estar al tanto de los riesgos y las señales de alerta son los primeros pasos hacia un mejor resultado. La detección temprana puede ser la diferencia que te ayude a planificar un mejor tratamiento y más eficaz. La buena noticia es que el cáncer de hígado ahora es curable en más del 90 por ciento de los pacientes si se diagnostica y trata a tiempo. Existen muchos tratamientos buenos para cánceres aún más avanzados, aunque es posible que no proporcionen una cura. A menudo, la cirugía es la mejor o la única opción para tratar ambos el cáncer u otras afecciones que afectan el hígado y el páncreas.
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Los riesgos
Tanto el cáncer de páncreas como el de hígado pueden deberse tanto al estilo de vida como a factores genéticos. Uno de los principales es el consumo de tabaco, incluido el consumo de puros y los productos de tabaco sin humo. Según la Sociedad Estadounidense del Cáncer, el tabaco puede causar aproximadamente el 25 por ciento de los cánceres de páncreas. El consumo excesivo de alcohol es otro factor de riesgo común, ya que puede causar inflamación a largo plazo del páncreas, también conocida como pancreatitis crónica.
El cáncer de hígado, que afecta principalmente a los hombres, ataca más comúnmente a quienes tienen daño hepático causado por el abuso de alcohol, defectos de nacimiento o infecciones crónicas asociadas con enfermedades como la hepatitis C y la cirrosis. Aunque no existe una prueba de detección general disponible para el cáncer de hígado, los médicos pueden recomendar algunas pruebas de detección (como pruebas de sangre y de imágenes) para las personas en riesgo, como las que tienen hepatitis B crónica o cirrosis.
El sobrepeso también puede aumentar el riesgo de desarrollar ambos tipos de cánceres. Además, un estudio realizado por el National Institute of Health sugiere que la obesidad puede contribuir a un mal pronóstico en comparación con los pacientes que no sufren de obesidad. También puede provocar diabetes, otro factor de riesgo conocido.
Los avisos del cuerpo
Las señales de advertencia—sea que aparezcan temprano o tarde—pueden ser muy reveladoras. Es importante no ignorarlos y consultarlos con su médico de cabecera. Si bien no existen exámenes de detección para ambos tipos de cáncer, saber qué síntomas debe buscar puede ayudarlo a realizar pruebas de imagen, como una tomografía computarizada o una resonancia magnética, o incluso una biopsia.
Los síntomas pueden tener un aspecto diferente según la ubicación del tumor dentro del páncreas. Si el tumor está ubicado en el cuerpo o la cola del páncreas, los síntomas comunes son pérdida de peso inesperada o de repente y dolor de estómago o de espalda. El dolor en la parte superior del abdomen o de la espalda puede deberse a que el tumor presiona la columna vertebral. La presión del tumor también puede causar pérdida de apetito, indigestión, fatiga, náuseas, vómitos o hinchazón en el abdomen. Los síntomas similares a la ictericia son más comunes cuando el cáncer está en la cabeza del páncreas, presionando el conducto biliar. Un paciente con estos síntomas notará coloración amarillenta de la piel y los ojos, orina oscura, heces fecales pálidas, orina oscura, fiebre y escalofríos. Detectar estos síntomas temprano puede ayudar a detectar el cáncer en las primeras etapas.
Lamentablemente, la mayoría de las personas no presentan signos y síntomas en las primeras etapas del cáncer de hígado. En caso de que ocurran, pueden incluir pérdida de peso y apetito, dolor abdominal superior, náuseas y vómitos, debilidad general, hinchazón abdominal e ictericia.
Opciones de tratamiento
Un estudio muestra que alrededor del 53 por ciento de las personas con cáncer de páncreas reciben un diagnóstico cuando el cáncer ha alcanzado la etapa cuatro, lo que significa que ya se encuentra en otras partes del cuerpo. Su rápida progresión conduce a una tasa de supervivencia de cuatro a ocho meses después del diagnóstico. El tratamiento en esta etapa se centra en extender y mejorar la calidad de vida del paciente. Algunos de los tratamientos habituales son la cirugía, la radioterapia y la quimioterapia.
Las cirugías más comunes para tratar los cánceres de páncreas y de hígado son las cirugías de extracción y la cirugía paliativa. Si los exámenes y las pruebas sugieren que es posible extraer el cáncer, se realiza una cirugía potencialmente curativa para sacar las masas. En caso que la masa haya crecido demasiado, se realiza una cirugía paliativa, también conocida como cirugía de derivación. Esta cirugía está diseñada para ayudar a aliviar los síntomas del paciente.
Otra forma de tratamiento es la quimioterapia, en la que un paciente recibirá un medicamento contra el cáncer que se inyectan en una vena o que se administran por vía oral. El objetivo del tratamiento es destruir las células cancerosas y disminuir la posibilidad de que el cáncer forme nuevos tumores en otras partes del cuerpo. La radiación puede ser otra opción de tratamiento para encoger las células cancerosas y aliviar el dolor.
Saber que tú o un ser querido tiene una enfermedad potencialmente mortal puede ser devastador. Aunque no existen respuestas fáciles para las personas que se enfrentan a un diagnóstico de cáncer de hígado o de páncreas, hay algunas cosas que puede hacer para afrontarlo. Mantener cerca a amigos y familiares, encontrar con quien hablar y abordar sus miedos e inquietudes, y aprender lo suficiente sobre su diagnóstico para tomar decisiones informadas sobre los posibles tratamientos te ayudará a enfrentar este difícil desafío.
En Hartford HealthCare estamos aquí para ayudarte. Nuestro equipo multidisciplinario trabajará contigo para diseñar un plan de atención adecuado para ti. Para más información sobre diferentes opciones para el cuidado de tu páncreas o hígado, haz clic aquí.